En la
película "Avatar" (James Cameron, 2009), los humanos luchan durante años con los
nav´i, una raza alienígena que vive en un planeta llamado Pandora, rico
en un mineral que en el futuro será muy valorado en la tierra.
Durante mucho tiempo, y a pesar de su superioridad
tecnológica, los humanos no pueden vencer a los nav´i. Es allí cuando se
les ocurre algo que cambiaría la historia del conflicto: atacar el Arbol
Madre, un árbol gigantesco que no solo sirve de refugio para los nativos,
sino también que es el nexo, la unión entre ellos y el mundo espiritual y
natural que los rodea. La destrucción de este símbolo sagrado provoca tal
impacto entre los nav´i que son temporalmente vencidos.
Más
allá que Avatar sea ficción, a lo largo de la historia son innumerables los
casos en que diversas culturas establecen relaciones muy estrechas entre la
naturaleza y sus elementos. Los pueblos originarios de los cinco continentes han
desarrollado una forma de ver el mundo en que los elementos de la naturaleza son
claves para entenderlo.
En la Europa de
hace mil años atrás, las cosas no eran muy diferentes. Gran parte del continente
era una sucesión ininterrumpida de zonas boscosas, interrumpida muy de vez en
cuando por claros donde se asentaban pequeños poblados.
Por tal motivo, gran parte de los recursos
necesarios por la población europea era obtenida de los bosques. Desde madera
hasta animales, pasando por frutos y medicinas naturales, todo se conseguía de
esta fuente de recursos. No es extraño que en muchas ocasiones los mismos hayan
sido utilizado como refugio por quienes menos tenían (recordar la leyenda de
Robin Hood) y que muchos cuentos hoy infantiles se hayan originado en la época
medieval, ambientados en bosques.
(hacé clic
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En
este mundo donde los árboles eran un recurso muy valorado es donde se desarrolló
un nuevo imperio, el de Carlomagno, rey franco que a fines del siglo VIII
estableció una fuerte alianza con la Iglesia Católica con fines muy específicos:
expandir la fe cristiana y centralizar bajo su autoridad todo el poder
político en Europa.
Para lograr este
objetivo era claro que Carlomagno debía vencer a todos los pueblos que se le
opusieran, y en especial, a aquellos que aún no se habían convertido al
catolicismo y seguían adorando a sus dioses.
Los sajones eran el pueblo a vencer. Ubicados en lo
que actualmente es el norte de Alemania, los pueblos que habitaban la región de
Sajonia durante décadas se habían opuesto a ser cristianizados, ya que
seguramente eran conscientes que ese era el primer paso para perder su
libertad.
Grandes guerreros, los sajones
difícilmente podían ser vencidos en el campo de batalla. Por tal motivo,
Carlomagno decidió debilitarlos. No físicamente, sino espiritualmente: debía
destruir el Irminsul.
El
Irminsul era un árbol (se cree que posiblemente era un roble, aunque
algunos historiadores opinan que solo estaba en pie su tronco) localizado en el
centro de Sajonia. Rodeado de templos sagrados, el Irminsul era considerado el
centro religioso más importante por los sajones. Representaba para ellos una
unión entre la vida en la tierra y la vida en los cielos, donde residían sus
dioses. Por tal motivo, funcionaba como "puente" entre este mundo y el otro. Su
desaparición implicaba perder esta conexión única.
Consciente de la importancia del Irminsul,
Carlomagno decidió destruirlo. Por ello, en la primavera de 772, Carlomagno y su
ejército de francos ingresó en territorio sajón y en una rápida incursión
militar, destruyó el complejo de templos y su principal símbolo, el
Irminsul.
Los sajones, sacudidos por este
hecho, se vieron desmoralizados y presentaron una débil resistencia a
Carlomagno. Más allá de algunas rebeliones ocasionales, en el lapso de 20 años
los sajones fueron conquistados por completo, a fuerza de matanzas y
deportaciones masivas.
La
conquista de Sajonia fue tan importante para la Europa cristiana que fue uno de
los elementos decisivos para que en la navidad del año 800, el papa nombrara a
Carlomagno emperador.
Así, por un breve
lapso, Europa occidental nuevamente se encontró centralizada, política y
religiosamente bajo autoridades específicas: El Emperador y el Papa.
Coronación
de Carlomagno como emperador por el Papa León III
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